Homilía - Monseñor Han Lim Moon
Domingo 29° durante el año - Ciclo A - 18/10/2020
(San Mateo 22, 15-22)
¡Ser “deslumbrante” por dentro y por fuera!
¿Quieres ver “sonrisas frescas” de felicidad…?
Supongo que pagas los servicios de luz, agua y gas. De lo contrario, ¿qué pasaría? ¿Y el impuesto? Alguna vez habrás pensado para qué debes pagarlo, ¿no? Ahora, ¿sabes qué opina Jesús?
En el evangelio de hoy, los adversarios de Jesús le preguntaron si estaba permitido pagar el impuesto al César o no. Era una trampa porque si Jesús respondía que sí lo acusarían como traidor de su pueblo judío que odiaba al emperador pagano. Y si respondía que no, lo acusarían de subversivo ante el emperador. Justamente la trampa consistía en que con cualquiera de las dos respuestas, tendrían de qué acusarlo para matarlo.
Jesús, ante esta pregunta tramposa, les pidió que mostraran una moneda con la que pagaban el impuesto. Les preguntó de quién era la figura de la moneda y le respondieron del César. Entonces, Jesús les dijo: “Den al César lo que es del César, y a Dios, lo que es de Dios”. De esta manera, Jesús no sólo no cayó en la trampa sino que nos dejó una enseñanza muy importante sobre dos dimensiones de nuestra vida: la temporal y espiritual, simbólicamente dos caras de la misma moneda.
Porque Jesús al decir “den al César lo que es del César”, reconoció y respetó la autonomía del orden civil. De esta manera, como Hijo de Dios, confirmó nuevamente su confianza puesta en los hombres en el momento de la creación dándoles la plena libertad y la responsabilidad para administrarla (cf. Génesis 1,28-31).
Ahora, los cristianos, ¿cómo podemos contribuir activamente para nuestra sociedad? Ante todo, cada uno desde su trabajo cotidiano. También pagando los impuestos para el bien común, para que el estado los administre favoreciendo el desarrollo y una sana convivencia entre todos (cf. Romanos 13,1–10), por ejemplo, la seguridad, el orden, la educación, etc. Y aún más, debemos contribuir en la política, a través de la participación activa de los laicos, con criterios inspirados por el Evangelio.
Y cuando Jesús dice, “den a Dios, lo que es de Dios”, nos hace asociar rápidamente que del otro lado de la moneda estaría invisiblemente grabada nuestra imagen como imagen de Dios (cf. Génesis 1,26-27). Pero sabemos que nuestra imagen de Dios está desfigurada por el pecado. Por eso, para restaurarla, Él nos envió a Jesús, su imagen perfecta (cf. Colosenses 1,15). De esta manera, ya restaurados por Jesús, Él nos pide “darnos”, entregarnos a Dios.
En síntesis, podemos considerarnos como “monedas” con doble dimensión con sus respectivas misiones muy activas:
• En una cara, la dimensión temporal con la misión de contribuir al Bien Común a favor de la integridad del hombre.
• Y en la otra, la dimensión espiritual para que la imagen de Dios en todos los hombres quede restaurada por Jesús y así ser dignos hijos de Dios.
• Finalmente, circularnos activamente como las monedas, por todas partes con las dos misiones no separadas sino integradas armoniosamente en orden a la fraternidad entre los hombres.
Ahora, aunque tengamos armonizadas interiormente estas dos dimensiones, no siempre podemos vivirlas bien en la práctica porque la estructura social o la ley civil pueden ser contrarias a nuestros criterios. En tal caso, debemos priorizar el criterio de Dios. Es decir, “hay que obedecer a Dios antes que a los hombres” (Hechos 5, 29).
Querido amigo, querida amiga, hoy el Señor nos pide: “den al César lo que es del César, y a Dios, lo que es de Dios”. Sé que ponerlo en práctica en la vida cotidiana no siempre es fácil.
Sin embargo, el Señor nos anima a ser su “moneda” con la doble misión temporal y espiritual, circulando por todos los hombres y ofreciéndoles a Jesús, el Restaurador de nuestra imagen de Dios. ¿No te entusiasmaría ver a la gente hermosa por dentro y por fuera? ¿Y ver su sonrisa de felicidad? ¿Aceptas ser la “moneda viva” del Señor? ¡Serás muy feliz! Amén.
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