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¿Sabías que no estás lejos de ser santo/a? Homilía Solemnidad de todos l...


Solemnidad de todos los santos – 1ro de noviembre –
San Mateo 4,25 - 5,12
¿Sabías que no estás lejos de ser santo/a?
Es más, ¡te falta muy poco…!
¿Eres devoto de algunos santos o de alguna advocación de la Virgen María? Es muy bueno tenerlos no sólo porque ellos son tus amigos intercesores ante Dios, sino también porque te atraen y te motivan a ser santo o santa como ellos.
Durante mi niñez me recomendaron leer historias de distintos santos. Me llamaban poderosamente la atención aunque no sabía  bien lo que era un santo. Luego, en el seminario menor me inculcaron aún más entusiasmo por la santidad, el cual permanece hasta el día de hoy.
Ahora, te pregunto, ¿no quieres ser santo, santa? Muchos me contestan…“¡¿Yo?, no! Será para los piadosos, virtuosos, sacrificados, heroicos, religiosos, sacerdotes”. Parecería que la santidad es sólo para algunos pero, en realidad, no es así.
Porque todos los cristianos por el Bautismo nos unimos a Jesús, el Santo de Dios, formamos parte de su Cuerpo y recibimos su Espíritu Santo. Entonces, por estar íntimamente unidos al Santo ya somos santos. Por eso, al comienzo de la Iglesia llamaban “santos” a todos los cristianos, más allá de sus comportamientos (cf. 1 Corintios 16,1 / Romanos 15,25).
Pero, Jesús, al decirnos que seamos perfectos y misericordiosos como Dios Padre (cf. San Lucas 6,36/San Mateo 5,48), nos está indicando caminar para llegar a la plenitud de nuestra santidad. Efectivamente aún no hemos recorrido todo el camino para un comportamiento coherente y digno de lo que somos: Cuerpo de Jesús, hijos de Dios que llevamos al Espíritu Santo.
En una palabra,  ya somos santos por el Bautismo pero todavía no lo somos en plenitud porque estamos en camino.
Hoy celebramos la solemnidad de todos los santos, innumerables personas que vivieron y viven su santidad de manera sencilla y humilde según su estado; como casados, solteros, consagrados, y desde sus tareas cotidianas. Pero todos los santos tienen algo en común: ¡hacer la voluntad de Dios con amor y fidelidad! Y así, llegar a la felicidad auténtica.
Ahora, Jesús nos muestra que hay dos caminos en la vida: uno es el camino espacioso, llano y confortable que muchos eligen. Pero lamentablemente lleva a la perdición. El otro es el camino angosto, escarpado, que es el mismo Jesús (cf. San Mateo 7,13-14/ San Juan 14,6), quien felizmente lleva a la santidad.
En concreto, Jesús, ¿cómo nos muestra ese camino? A través de las bienaventuranzas del evangelio de hoy. Estas son una gran síntesis de su propia vida y, al mismo tiempo, el camino “escarpado”, ofrecido para sus seguidores. Es cierto que este camino les implica mucho sufrimiento a causa de Él, sin embargo, Jesús los proclama felices porque ya están en camino a la felicidad. ¿No te parece que vale la pena optar por este camino?  
Ahora bien, ¿cómo podemos comenzar este camino de las bienaventuranzas en la vida cotidiana? ¡No es tan difícil como suelen imaginar!
1. Ante todo, tomar conciencia de cuán valiosos somos ante Dios y optar por vivir lo que somos, ¡hijos de Dios!
2. Luego, discernir si nuestra vida está en sintonía con la voluntad de Dios. Si no es así, corregirnos.
3. Y hacer las tareas de siempre pero como las haría Jesús, cambiando la actitud interior en la motivación, el modo de actuar y la finalidad. Por ejemplo, si trabajas para darle de comer a tu familia, hazlo bien porque Dios te lo pide (motivación), como lo haría Jesús (modo de actuar) y para la alabanza de Dios (finalidad).
Entonces, Jesús muy feliz te brindará toda su ayuda: el Espíritu Santo, iluminación, alimento, especialmente, la Eucaristía. Y además, contarás con la intercesión de la Virgen María y de todos los santos.
Hoy, el Señor te anima a ser santo. También a mí para que después de haberte anunciado esta Buena Noticia, como dice San Pablo, no quede descalificado yo (cf. 1 Corintios 9,24-27).
Querido amigo, querida amiga, ¡Jesús es quien te hace santo! Pero, ¡no sin tu consentimiento y colaboración!
Por eso, nos animemos mutuamente para vivir plenamente lo que somos: ¡santos junto a todos los santos! Amén.

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