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¡Del INVIERNO duro a la PRIMAVERA con flores! Homilía Domingo 27° ciclo ...

Domingo 27º - San Mateo 21, 33-46 – 4 de octubre                                                  
¡Del INVIERNO duro a la PRIMAVERA con flores!  
¡FRUTOS abundantes de este “invierno largo”!
  Hoy, quisiera hacerte una pregunta. ¿Cómo estás pasando este tiempo de la pandemia? ¿Muy mal, mal, más o menos o dentro de todo bien? ¿Qué actitud tienes ante esta situación? Hoy, ¡el Señor te abrirá el camino a la esperanza!
En el evangelio de hoy, Jesús narró que un hombre tenía una viña, la cual cuidaba como un buen esposo a su esposa, con mucho amor y delicadeza. Luego la arrendó a los viñadores confiándoles su cuidado especial. Sin embargo, a la hora de la vendimia, ellos, en lugar de rendir el fruto al dueño, maltrataron a unos servidores enviados por él y a otros los mataron. Inclusive mataron al hijo del dueño con la intención de apoderarse de la viña.
Esta es una comparación sintética sobre la historia del amor de Dios hacia su pueblo de Israel, representada en el dueño y la viña. Sin embargo, Dios no recibió un amor correspondido de parte de los dirigentes en representación del pueblo. Es más, estos mataron a su Hijo Jesús. Entonces, Dios decidió arrendar la viña a un nuevo pueblo a partir de su Hijo Jesús, muerto y resucitado, siendo Él la piedra angular (cf. San Mateo 21,42; Hechos 4,10-12). Y este nuevo pueblo, que somos nosotros, sí produciría el fruto de su amor correspondido.
Ahora, ¿cómo podemos producir fruto? Presento tres condiciones fundamentales reflejadas en dos imágenes, la piedra angular de un edificio y la vid y los sarmientos:
1.  Estar en íntima y constante comunión con la piedra angular, que es Jesucristo. Es decir, los miembros del nuevo pueblo debemos tener siempre a Jesús como referente principal y que Él dé la orientación a todas nuestras actividades (cf. San Mateo 21,42; Efesios 2,20). En concreto, sería tenerlo presente siempre en nuestro corazón y memoria en la vida cotidiana, como lo hacemos con nuestros seres más queridos.
2.  Para dar mucho fruto, nosotros, como los sarmientos, debemos recibir permanentemente la savia de la vid que es Jesucristo (Cf. San Juan 15,1.4), por medio de la meditación de la Palabra, la oración perseverante y los sacramentos. Porque el Señor dice:
“separados de mí nada pueden hacer” (San Juan 15,5).
3. Aceptar en nuestra vida la dolorosa poda de amor de parte de Dios, como deben hacer los papás con sus hijos para encaminarlos. Porque el Señor asegura: “Al que da fruto, lo poda para que dé más todavía” (San Juan 15,2). Por eso, en este tiempo de la pandemia aunque recibimos muchas podas en lo afectivo por el aislamiento, en la salud y en lo económico; tenemos la firme esperanza de que produciremos mejores y mayores frutos después de este tiempo de poda.
Entonces, ¿cuáles serían esos frutos esperados? En este tiempo de la pandemia, por la práctica del amor con esfuerzo y sacrificio, iremos logrando desde ahora en forma discreta y silenciosa la armonía, la alegría, la paz en la convivencia en nuestras familias, estudio y trabajo. Y los frutos más visibles serán las obras solidarias a través del servicio a nuestros hermanos más necesitados, y también la   transmisión del amor de Dios y la comunión fraterna a través de los medios digitales.  
Querido amigo, querida amiga, ¡estamos pasando por un “invierno muy largo y duro” y de “poda” a nivel mundial! Afiancemos, entonces, aún más nuestro vínculo con el Señor en este tiempo de prueba. ¡Y seguramente llegará una primavera con flores, un verano con vigor y, finalmente, un otoño con mucho fruto!
Porque el Señor nos asegura: “La gloria de mi Padre consiste en que ustedes den fruto abundante…para que mi gozo sea el de ustedes, y ese gozo sea perfecto” (San Juan 15,8.11). Amén.

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