Homilía ESCRITA - Monseñor Han Lim Moon
Segundo Domingo de Adviento - Ciclo B - 6/12/2020
(San Marcos 1, 1-8)
¿“Desierto” y “gran vacío” en tu corazón?
¡Un “grito” de alegría para ti!
¿Sabes cuál es la mejor noticia para un preso? Evidentemente la liberación. ¿Y la mejor noticia para los que están perdidos en un desierto? La presencia muy cercana de un oasis.
Ahora, estoy casi seguro de que no estás encarcelado físicamente pero puede ser que estés con alguna cadena interior que te ata por alguna historia familiar o personal: miedo, tristeza, odio, ambición, vicios, pecados, etc. Por eso, a veces no te sientes ni puedes actuar con entera libertad.
También estoy seguro de que no vives en un desierto pero puede ser que, por distintas circunstancias, vivas en un desierto interior: indiferencia, sin afectos, soledad sin que nadie te escuche y proteja, un gran vacío en el corazón, etc.
Si te encuentras en una situación similar, hoy, el evangelista San Marcos te anuncia el comienzo de la Buena Noticia de Jesucristo, el Hijo de Dios, presentándote a Juan el Bautista como “una voz grita en el desierto: preparen el camino del Señor, allanen sus senderos”.
¿A qué camino se refiere? ¡Al camino de liberación! En el Antiguo Testamento, el pueblo de Israel tuvo dos grandes éxodos muy importantes. La primera fue su liberación de la esclavitud en Egipto, la segunda fue la del destierro en Babilonia. En los dos casos, debían pasar por un camino penoso de desierto para llegar a la tierra prometida.
Ahora bien, para nosotros, ¿qué puede significar el grito de Juan el Bautista? Es una fuerte invitación para hacer un éxodo de liberación de nuestra esclavitud interior. Para esto debemos recorrer también el camino interior allanando el sendero para que nos llegue bien Jesucristo, nuestro Salvador.
Para eso, Juan el Bautista nos exhorta a recibir un bautismo de conversión que consiste, ante todo, en el reconocimiento de nuestros errores, especialmente, los pecados. Este reconocimiento lleva al arrepentimiento y, luego, a la confesión de los pecados aún sin absolución. Este es el alcance del bautismo de agua de Juan el Bautista.
Pero él anuncia que llegará inmediatamente Jesucristo el Hijo de Dios, quien bautizará en el Espíritu Santo. ¿Y qué novedad nos trae Él? Liberará nuestras ataduras interiores, purificará y quitará nuestros pecados. Y, aún más, nos hará nuevas creaturas con mentalidad y comportamiento semejante al suyo.
Para los cristianos, estas dos fases del bautismo, la de Juan el Bautista y la de Jesucristo, se unifican en un solo bautismo y su gracia se actualiza cada vez que nos acercamos al sacramento de la confesión.
Ahora, confesarse no es una tarea fácil para quien lo realiza, porque lo compromete a un cambio siempre profundo. Por eso, es necesario tomar el coraje de levantarse del desánimo, de la tristeza y aumentar la confianza en el Padre siempre misericordioso; y de abajar el orgullo propio allanando el sendero de nuestro éxodo de liberación interior. Así, ¡este sacramento se convierte en el camino de nuestra liberación!
Porque “quien se ha confesado, abre una nueva página en blanco en el libro de su vida” (YouCat 226). Y así, podremos “comenzar siempre de nuevo en nuestra vida, realmente de nuevo: totalmente libres de cargas y sin las hipotecas del pasado, acogidos en el amor y equipados con una fuerza nueva” (YouCat 226), para avanzar en este proceso de liberación.
Entonces, esta experiencia nos convierte, como Juan el Bautista, en “un grito” unísono de alegría que despierta a todos los hombres del sopor de desánimo, tristeza, desesperanza y distracción; y que lleva la Palabra viva y eficaz, el poder que desata toda cadena interior del hombre, es decir, a Jesucristo (cf. Romanos 1, 16). Y así también señalaremos el oasis a todos los sedientos en su desierto interior.
Querido amigo, querida amiga, seguramente conocerás a muchos que necesitan liberación interior. Para ellos, te exhorto a convertirte en la “voz alegre y consoladora”, que lleve la Buena Noticia, Jesucristo, Hijo de Dios. Y así, todos festejaremos la gran alegría de nuestra liberación. Amén.
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